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Terroir: el suelo y su importancia en los vinos de calidad

La región del Carche de Jumilla presenta un suelo con unas características idóneas para el cultivo de la vid. Las distintas variedades de uva que podemos encontrar en esta región son la Syrah, Cabernet Sauvignon, Petit Verdot o Garnacha, ofreciendo el suelo, o terroir, de la región unas condiciones propias óptimas para el cultivo de todas estas variedades.

 

Estamos hablando de una región de pluviosidad (cantidad de lluvia a lo largo del año) media. Enclavado en un tipo de clima seco, las condiciones que reúne el suelo serán las primeras de las que hablemos en este post.

Sin duda, todos los factores influyen en la calidad de la uva y, en consecuencia, la de los vinos que podemos extraer de ellas; vinos de calidad avalados por numerosos estudios de composición, laboratorios de acidez, cuerpo e intensidad y, por último, por quienes degustan los vinos de jumilla, que dan por muy bueno el resultado de nuestro trabajo, año tras año.

En referencia al suelo, factores como el clima han contribuido a dar como resultado una composición tan específica. De una temperatura media en toda la región de 15º, la cual resulta perfecta para el cultivo de la vid, los contrastes que ofrecen dichas condiciones ayudan a la presencia de matices bien diferenciados en los caldos.

Otro aspecto importante, a la hora de haber configurado el suelo, es la humedad. Clasificado dentro del nivel arídico, dicha humedad, en relación con el suelo, influye directamente en la intensidad y concentración del sabor. La cepa retiene gran cantidad de su propia agua, contribuyendo positivamente a la intensificación del sabor de la uva.

En el suelo de la región predominan las composiciones de dolomías, calizas, conglomerados, molasas y salinas, y materiales aluviales y coluviales, siendo especialmente salinos y ricos en yeso. Dicha composición es la responsable de un contexto perfecto para cuestiones como la acidez de la uva y el vino que produce.

Es una región semimontañosa, atravesada por valles o cañadas, que es fundamentalmente donde se asientan las viñas. De nuevo, los contrastes que ofrece esta región específica obran a favor de los vinos. Los mejores vinos, como todos los aficionados al tema saben, proceden de regiones enclavadas en el centro de ricos contrastes. Este es el caso específico del terroir de la región que nos ocupa.

Baja alteración química: beneficio para la vid

La baja alteración química del suelo se debe precisamente a la presencia de calizas. La presencia de arcilla es escasa, debida a la jumitilla; La escasez de lluvias en este sentido contribuye a que en lugar de arcillas se formen composiciones cálcicas.

La tradición ha hecho el resto a la hora de configurar el terroir propio de la región. La intervención humana sobre este suelo ha hecho que salgan a flote lo mejor de sus características y lo más fructífero de sus posibilidades. Una región tradicionalmente labrada a mano, removida generación tras generación, que ha ido transformando los llamados valles o cañadas que componían toda la geografía del entorno.

Esta acción del hombre ha contribuido a oxigenar la tierra y repartir, de una manera óptima, la acidez y composición del suelo. De naturaleza seca, con poca humedad y una temperatura suave la mayoría del año, solo el trabajo de los agricultores a lo largo de cientos de años (estamos hablando de una región tradicionalmente agrícola desde los tiempos de Roma) han hecho que, finalmente, se produzcan vinos de calidad a lo largo del tiempo.

Hablamos, por tanto, de una labor de selección del tipo de uva que habría de poblar un terroir con unas características tan específicas. Sobre la influencia del suelo en el resultado del vino, se ha debatido mucho a lo largo del tiempo. Antes se creía que todo el peso recaía sobre el tipo de uva y la cantidad de agua. Sin embargo, hoy en día, gracias a la optimización de las tecnologías de análisis de la composición de suelo y vino, podemos saber que existe una relación directa.

En concreto, para el tipo de suelo de caliza que es el que existe en la región del Carche de Jumilla, el substrato de suelo ofrece como resultado vinos de buena carga alcohólica, baja acidez y excelente calidad, refrendada por todas las partes de las que antes hemos hablado.

Sin embargo, aunque la caliza es una condición perfecta para el desarrollo de buenos vinos de jumilla, su exceso, junto con una mala elección en el tipo de uva, puede causar un desequilibrio muy a tener en cuenta para un buen desarrollo de las vides. Es por eso, por lo que decimos que la tradición es la que juega un papel muy importante en este aspecto.

El calcio, y en general los suelos calizos, retienen bien la humedad. Son el tipo de suelos que acompañan a las temperaturas y humedad hasta ahora descritas. Por ello, precisamente, es por lo que el agua es retenida a la altura de la raíz. Esto hace que, por la retención de líquidos, la planta pueda absorber al máximo dicho agua y, de paso, los nutrientes minerales que componen el suelo en su mezcla con el líquido. El resultado siempre es un sabor más intenso y, por añadido, una mayor robustez de la planta.

Debemos hablar de otro factor a tener en cuenta en el suelo. El nitrógeno es un elemento que contribuye muy positivamente a la producción de la cepa. Un suelo pobre en principio en este elemento, abunda, sin embargo, gracias al esfuerzo humano. Lo que en principio debió ser un terreno propio estrictamente para especies autóctonas que nada tuvieran que ver con la vid, se ha convertido, por el compostaje añadido por el hombre, en un suelo con un perfecto equilibrio entre él mismo y el elemento calizo.

La escasez de arcilla ha hecho que el agua se retenga mucho, que aumente la intensidad de la uva y que, además, con el nitrógeno y el potasio aportado, el equilibrio del terroir de la zona del Carche del Jumilla ofrezca un rendimiento y una calidad que la hacen una de las regiones con mejores vinos para avalarla.